sábado, 28 de enero de 2012

Albergar.

Estoy mal.

A mis 22 años por primera vez sufro por amor. Bueno, no en realidad, pero lo de los 17 fue harina de otro costal.

¿Y saben? Duele. Duele harto. Siento una pena tan grande como pocas veces he tenido. Creo que me he vuelto monotemático incluso; ya debo tener aburridos a todos mis -no muchos en verdad- amigos con el temita. Pero es que me siento hasta medio enfermo; no es que de verdad lo esté, sino que me siento débil y adolorido. Quién iba a imaginar que a estas alturas de mi vida iba a estar como quinceañero.

Lo peor de todo es que lo ahogué, entonces qué cresta haces para luchar por lo que sientes si cualquier cosa que hagas no hará sino sumar a lo que en principio terminó todo. Me siento de manos atadas, y eso es lo más complicado, lo más difícil de todo. Y ahora sentado frente a mi notebook espero que se conecte a messenger -algunos todavía lo usamos- para decirle que lo extraño tanto. Lo he planeado todo el día, cada palabra, cada segundo de la conversación. Y no apareció. Quizás se fue de farra con amigos. Es popular, eso debió advertirme desde el comienzo que lo nuestro no prosperaría. Por qué alguien como él tendría algo con este engendro de la antisocialidad. Por qué.

La vida es más injusta que la mierda. Y la paciencia no es algo que me funcione de maravillas cuando hay tanto sentimiento involucrado. ¿Sigo una semana más esperando su respuesta? Esa que dijo que me daría, que pensaría, que reflexionaría. La mayor parte del tiempo pienso que no fue sino una excusa para no seguir con esto, que en realidad nunca pensó nada porque no tenía nada que pensar. Pero por otro lado, todavía me sigue hablando apenas se conecta; algo que por cierto siempre hizo, y que se suma a la lista de cosas que nadie hace por mí.

Ya son casi las 00.30, ya cambió el día incluso. No saco nada con esperar más. Hasta donde sé, los sábado también trabaja cuando tiene turno de mañana. Por tanto o se fue de farra y no aparecerá, o bien llegó muy tarde a su casa como para conectarse. Y mientras tanto yo, acá sentado, diluyo mi paciencia segundo a segundo, aguardando por una respuesta que quizás nunca llegará y albergando una esperanza inútil que quizás nunca se cumplirá. Una puta esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario